Amor por la Vida

Amor por la Vida
Ah K2iiin Xook

lunes, 11 de abril de 2011

APRENDER A VIVIR JUNTOS, APRENDER A VIVIR CON LOS DEMÁS


Este aprendizaje constituye una de las principales empresas de la educación contemporánea. Demasiado a menudo, la violencia que impera en el mundo contradice la esperanza que algunos habían depositado en el progreso de la humanidad.
La historia humana siempre ha sido conflictiva, pero hay 
elementos nuevos que acentúan el riesgo, en particular el extraordinario potencial de autodestrucción  que la humanidad misma ha creado durante el siglo xx. A través de los medios de comunicación masiva, la opinión pública se convierte en observadora impotente, y hasta en rehén, de  quienes generan o mantienen vivos los conflictos. Hasta el momento, la educación no ha podido hacer mucho para modificar esta
situación. ¿Sería posible concebir una educación
que permitiera evitar los conflictos o solucionaros de manera pacífica, fomentando el conocimiento de los demás, de sus culturas y espiritualidad?
La idea de enseñar la no violencia en la escuela es loable, aunque sólo sea un instrumento
entre varios para combatir los prejuicios que llevan al enfrentamiento. Es una tarea ardua, ya
que, como es natural, los seres humanos tienden a valorar en exceso sus cualidades y las del grupo al que pertenecen y a alimentar prejuicios desfavorables hacia los demás. La actual atmósfera competitiva imperante en la actividad económica de cada nación y, sobre todo, a nivel internacional, tiende además a privilegiar el espíritu de competencia y el éxito individual.
De hecho, esa competencia da lugar a una guerra económica despiadada y provoca tensiones entre los poseedores y los desposeídos que fracturan las naciones y el mundo y exacerban las
rivalidades históricas. Es de lamentar que, a veces, la educación contribuya a mantener ese clima al interpretar de manera errónea la idea de emulación.
¿Cómo mejorar esta situación? La experiencia demuestra que, para disminuir ese riesgo, no basta con organizar el contacto y la comunicación entre miembros de grupos diferentes (por ejemplo, en escuelas a las que concurran niños de varias etnias o religiones). Por el contrario, si esos grupos compiten unos con otros o no están en una situación equitativa en el espacio común, ese tipo de contacto puede agravar las tensiones latentes y degenerar en conflictos.
En cambio, si la relación se establece en un contexto de igualdad y se formulan objetivos y
proyectos comunes,  los prejuicios y la hostilidad 
subyacente pueden dar lugar a una 
cooperación más serena e, incluso,
a la amistad.
Parecería entonces adecuado 
dar a la educación dos
orientaciones complementarias. En el
primer nivel, el descubrimiento gradual del otro. En el segundo, y durante toda la vida, la participación en proyectos comunes, un método quizá eficaz para evitar o resolver los conflictos latentes.

Aprender a hacer

Aprender a conocer y aprender a hacer son, en gran medida, indisociables. Pero lo segundo está más estrechamente vinculado a la cuestión de la formación profesional: ¿Cómo enseñar al alumno a poner en práctica sus conocimientos y, al mismo tiempo, cómo adaptar la enseñanza al futuro mercado de trabajo, cuya evolución no es totalmente previsible? La
Comisión procurará responder 
en particular a esta última interrogante.
Al respecto, corresponde establecer 
una diferencia entre las economías
industriales, en
las que predomina el trabajo 
asalariado, y las demás, en las 
que subsiste todavía de manera
generalizada el trabajo independiente 
o ajeno al sector estructurado de la economía. En las sociedades basadas en el salario que se han desarrollado a lo largo del siglo XX conforme al
modelo industrial, la sustitución del trabajo humano por máquinas convierte a aquél en algo cada vez más inmaterial y acentúa el carácter cognoscitivo de las tareas, incluso en la
industria, así como la importancia de los servicios en la actividad económica. Por lo demás, el futuro de esas economías está supeditado a su capacidad de transformar el progreso de los
conocimientos en innovaciones generadoras de nuevos empleos y empresas. Así pues, ya no puede darse a la expresión "aprender a hacer" el significado simple que tenía cuando se
trataba de preparar a alguien para una tarea material bien definida, para que participase en la fabricación de algo. Los aprendizajes deben, así pues, evolucionar y ya no pueden considerarse mera transmisión de prácticas más o menos rutinarias, aunque éstas conserven un valor formativo que no debemos desestimar.

Aprender a Conocer


Uno de los Pilares de la eduación es aprender a conocer que esen poseer una cultura general amplia, con ocnocimientos básicos de una gran cantidad de temas y conocimientos profundos especificos de algunos temas en particular. Implica aprender como continuar incorporando nuevos conocimientos a las estructuras ya establecidas. 



Este tipo de aprendizaje, que tiende menos a la  adquisición de conocimientos clasificados y codificados  que al dominio de los instrumentos mismos del saber,  puede considerarse a la vez medio y finalidad de la vida humana. 
En cuanto medio, consiste para cada personam aprender a comprender el mundo que la rodea,  al menos suficientemente para vivir con dignidad, desarrollar sus capacidades profesionales y comunicarse con los demás. Como fin, su  justificación es el placer de comprender,  de conocer, de descubrir. Aunque el estudio
sin aplicación inmediata esté cediendo terreno frente al predominio actual de los conocimientos
útiles, la tendencia a prolongar la escolaridad
e incrementar el tiempo libre debería permitir
a un número cada vez mayor de adultos
apreciar las bondades del conocimiento
y de la investigación individual.
El incremento del saber, que permite 
comprender mejor las múltiples facetas del propio entorno, favorece el  despertar de la curiosidad intelectual, estimula el sentido crítico y permite descifrar la realidad, adquiriendo al mismo tiempo una autonomía de juicio. Desde esa perspectiva, insistimos en ello, es fundamental que cada niño, dondequiera que esté, pueda acceder de manera adecuada al razonamiento científico y convertirse para toda la vida en un amigo de la ciencia". En los niveles de enseñanza secundaria y superior, la formación inicial debe proporcionar a todos los alumnos los instrumentos, conceptos y modos de referencia resultantes del progreso científico y de los paradigmas de la época.


Sin embargo, puesto que el conocimiento es múltiple e infinitamente evolutivo, resulta cada vez más utópico pretender conocerlo todo; por ello, más allá de la enseñanza básica, la idea de un saber omnisciente es ilusoria. Al mismo tiempo, la especialización ‐incluso en el caso de los futuros investigadores‐ no debe excluir una cultura general. “En nuestros días, una mente verdaderamente formada necesita una amplia cultura general y tener la posibilidad de
estudiar a fondo un pequeño número de materias. De un extremo a otro de la enseñanza, debemos favorecer la simultaneidad de ambas tendencias". Pues la cultura general, aperturaa otros lenguajes y conocimientos, permite ante todo comunicar. Encerrado en su propia ciencia, el especialista corre el riesgo de desinteresarse de lo que hacen los demás.

El ejercicio de la memoria, por otra parte, es un antídoto necesario contra la invasión de las informaciones instantáneas que difunden los medios de comunicación masiva. Sería peligroso imaginar que la memoria ha perdido su utilidad debido a la formidable capacidad de
almacenamiento y difusión de datos de que disponemos en la actualidad. Desde luego, hay que ser selectivos en la elección de los datos que aprenderemos "de memoria", pero debe cultivarse con esmero la facultad intrínsecamente humana de memorización asociativa, irreductible a un automatismo.

Todos los especialistas coinciden en afirmar la necesidad de entrenar la memoria desde la infancia y estiman inadecuado suprimir de la práctica escolar algunos ejercicios tradicionales considerados tediosos.

Por último, el ejercicio del pensamiento, en el que el niño es iniciado primero por sus padres y más tarde por sus maestros, debe entrañar una articulación entre lo concreto y lo abstracto.
Asimismo, convendría combinar tanto
en la enseñanza como en la investigación 
los dos métodos, el deductivo y el inductivo,  a menudo presentados como opuestos. 
Según las disciplinas que se enseñen, uno resultará más pertinente que el otro, 
pero en la mayoría de los casos la concatenación del pensamiento requiere combinar ambos.
 




El proceso de adquisición del conocimiento no concluye nunca y puede nutrirse de todo tipo de experiencias. 
En ese sentido, se entrelaza de manera 
creciente con la experiencia del trabajo,
a medida que éste pierde su aspecto rutinario. 
Puede considerarse que la enseñanza básica tiene éxito si aporta el impulso y las bases 
que permitirán seguir aprendiendo durante toda la vida, no sólo en el empleo sino también al margen de él.

San Agustin


El primer período de la filosofía cristiana -o patrística- culmina con San Agustín (354-430), que es uno de los pensadores más grandes y representativos del Cristianismo. La figura de San Agustín se halla situada en la cumbre de las dos vertientes que dividen el mundo antiguo de la nueva civilización cristiana. Su significación personal es todo un símbolo de aquella coyuntura trágica por que atravesó la historia de la humanidad.

Hombre de extraordinaria honradez interior, su pensamiento coincide con su vida, más quizá que en ningún otro filósofo, hasta constituir en realidad una profunda historia de su conversión. Nacido a mediados del siglo IV en Numidia -territorio romano del norte de África, correspondiente a lo que hoy es Túnez y en otro tiempo fue Cartago-, llevó la juventud despreocupada y escéptica que era común a los romanos de su época. Pero pronto la visión de aquel mundo que vivía alegre e inconsciente en medio de inminentes peligros, y su misma profunda sinceridad, lo llevaron a plantearse a sí mismo los problemas filosóficos radicales sobre la verdad y el sentido de la vida. Profesó en un principio la filosofía gnóstica del persa Mani (maniqueísmo), que defendía la existencia de dos principios, uno del bien y otro del mal, que contienden entre sí. Pronto se dio cuenta San Agustín de que el principio del mal no puede ponerse en pie de igualdad con el del bien, porque el mal es en realidad un defecto o falta en el ser, que es bueno en sí, y sólo puede haber un Dios, que es el principio del ser.

Aprender sobre los Pilares de la Educación

Los Cuatro Pilares