No vacilo en unirme a los que dicen: "Dios es amor". Pero en lo más hondo de mí mismo me digo que, si Dios es amor, es ante todo verdad. Si existe una palabra para describirlo de Ia forma más completa, la de verdad es la que mejor le calza. Dos años atrás di un nuevo paso, concluyendo que la verdad es Dios. Puede hacerse una delicada distinción entre ambas afirmaciones: "Dios es verdad" y "La verdad es Dios".
Llegué a esta conclusión después de cincuenta años de búsquedas incesantes e incansables a propósito de la verdad. Pero, al mismo tiempo, comprobé que en inglés la palabra love tiene numerosos significados y que, entre otros, puede evocar algo degradante, cuando designa ciertas pasiones humanas. También me di cuenta de que el amor, en el sentido de ahimsa [no violencia], no tenía muchos adeptos. Pero nunca he visto que la palabra "verdad" se prestara a equívocos. Ni siquiera los ateos han dudado alguna vez de la fuerza irresistible de la verdad, aunque en su afán por descubrir la verdad no hayan vacilado en negar la mismísima existencia de Dios, lo cual era normal si tenemos en cuenta su especial punto de vista. Por eso tuve que decir: "La verdad es Dios", en vez de "Dios es verdad". Tampoco hay que perder de vista que en nombre de Dios se cometieron millones de atrocidades. He de reconocer, sin embargo, que también los sabios cometieron otras tantas en nombre de la verdad. En fin, según la filosofía hindú, sólo Dios posee el ser, o sea, la verdad, y nada existe fuera de él... De hecho, el término sánscrito que indica la verdad es sat, que literalmente significa "Io que existe". Por eso encuentro tan satisfactoria la definición: "La verdad es Dios". Para estar seguro de ello, el único medio es el amor, es decir, la no violencia. Y como en definitiva, a mi entender, el fin y los medios son realidades intercambiables, no tengo reparos en decir que Dios es amor.