Amor por la Vida

Amor por la Vida
Ah K2iiin Xook

martes, 26 de abril de 2011

Confianza en los hombres



De un modo u otro, sé encontrar en la humanidad lo más noble que existe en ella. Esto es lo que me permite conservar la fe en Dios y en la naturaleza 
humana. 


Lo que nos dirige a través de océanos turbulentos es la fe. La fe mueve las montañas y nos transporta à la otra orilla del río. Esa fe no es más que una vida totalmente impregnada de la certeza clara y consciente de que Dios está en nosotros. Quien posee esta fe no desea nada más. Aunque esté físicamente enfermo, está espiritualmente sano. Puede no tener un centavo, pero no le importa: todas
las riquezas del espíritu son suyas. 
Quien está totalmente inmerso en Dios, se pone en sus 
 
 manos sin preocuparse de éxitos o fracasos: se lo ofrece
 
todo a él. Como yo no he llegado todavía a ese estado,
 
debo asumir que mis esfuerzos son insuficientes.

Esa fuerza invisible





Una fuerza misteriosa e inefable penetra todo cuanto existe.
La siento, aunque no la veo. Esa Fuerza invisible se hace sentir, a pesar de la imposibilidad en que me encuentro de probar su existencia, dada su diferencia de todo cuanto mis sentidos pueden percibir. Aunque Dios trascienda toda realidad sensible, hasta cierto punto se puede saber que él existe mediante la razón.
Mientras todo cambia y todo muere a mi alrededor, percibo vagamente, bajo esas apariencias cambiantes, una fuerza de vida que permanece inmutable y sostiene a todos los seres. Creados por ella, se disuelven luego en ella para ser creados de nuevo. Dicha fuerza, ese Espíritu que da forma a todas las cosas, no es nada más que Dios. Y como nuestros sentidos no nos muestran nada subsistente, de ello deduzco que solamente lo es Dios.
En un mundo "lleno de tinieblas" me he abierto un camino hacia la luz. Frecuentemente me engaño y cometo errores de cálculo. Confío solamente en Dios; y como creo en él, confío también en los hombres. Si no tuviera a Dios para poner mi confianza en él, sería un hombre lleno de odio hacia sus semejantes.

Díos es...



La voz de Dios ha sido crecientemente audible a medida que avanzaban los años. Nunca me ha olvidado, ni siquiera en mis horas más oscuras. A menudo me ha salvado inclusive a mi pesar y no me dejó un vestigio de independencia. Cuando mayor ha sido mi sometimiento a él, más grande ha sido mi alegría.
Ningún hombre ha sido capaz de describir íntegramente a Dios. Lo mismo sucede con la ahimsa. 




El conocimiento de las cosas de Dios no se encuentra en los libros. Pertenece al terreno de la experiencia vivida personalmente. Los libros son, en su mejor expresión, una ayuda; pero a veces son un obstáculo. 

Dios es amor??


Yo sé que esto no puede ser probado con argumentaciones. Debe ser probado por personas que lo viven en sus vidas sin tomar en cuenta las consecuencias que pueda acarrearles.
Tal fuerza ¿es benévola o dañina? Para mí no cabe duda: es profundamente benévola. Porque la vida sigue palpitando en el corazón mismo de la muerte. La verdad irradia a pesar de Ia mentira que la rodea y la luz brilla en medio de las tinieblas. De aquí deduzco que Dios es vida, verdad y luz. Es amor. Es el Dios supremo.
Para mí, Dios es verdad y amor. Es el bien, la fuente de la moral. En él no cabe temor alguno. De él vienen la luz y la vida; pero él está por encima y más allá. Dios es conciencia moral. El es inclusive el ateísmo del ateo. Trasciende la palabra y la razón. Es un Dios personal para quienes anhelan su presencia personal. Está encarnado para quienes procuran su presencia tangible. Es la esencia más pura. Para quienes tienen fe, simplemente es. Para todos, es todo lo que es. 




Está en nosotros y más allá. Es indulgente y paciente; aunque también terrible. Para él, la ignorancia no es una excusa. Y al mismo tiempo es siempre misericordioso, porque siempre nos da la ocasión para arrepentirnos.

Dios es Amor

No vacilo en unirme a los que dicen: "Dios es amor". Pero en lo más hondo de mí mismo me digo que, si Dios es amor, es ante todo verdad. Si existe una palabra para describirlo de Ia forma más completa, la de verdad es la que mejor le calza. Dos años atrás di un nuevo paso, concluyendo que la verdad es Dios. Puede hacerse una delicada distinción entre ambas afirmaciones: "Dios es verdad" y "La verdad es Dios". 




 Llegué a esta conclusión después de cincuenta años de búsquedas incesantes e incansables a propósito de la verdad. Pero, al mismo tiempo, comprobé que en inglés la palabra love tiene numerosos significados y que, entre otros, puede evocar algo degradante, cuando designa ciertas pasiones humanas. También me di cuenta de que el amor, en el sentido de ahimsa [no violencia], no tenía muchos adeptos. Pero nunca he visto que la palabra "verdad" se prestara a equívocos. Ni siquiera los ateos han dudado alguna vez de la fuerza irresistible de la verdad, aunque en su afán por descubrir la verdad no hayan vacilado en negar la mismísima existencia de Dios, lo cual era normal si tenemos en cuenta su especial punto de vista. Por eso tuve que decir: "La verdad es Dios", en vez de "Dios es verdad". Tampoco hay que perder de vista que en nombre de Dios se cometieron millones de atrocidades. He de reconocer, sin embargo, que también los sabios cometieron otras tantas en nombre de la verdad. En fin, según la filosofía hindú, sólo Dios posee el ser, o sea, la verdad, y nada existe fuera de él... De hecho, el término sánscrito que indica la verdad es sat, que literalmente significa "Io que existe". Por eso encuentro tan satisfactoria la definición: "La verdad es Dios". Para estar seguro de ello, el único medio es el amor, es decir, la no violencia. Y como en definitiva, a mi entender, el fin y los medios son realidades intercambiables, no tengo reparos en decir que Dios es amor.